Tomando elementos del género de terror y de la estética de los videojuegos, Andrew Roberts examina los aspectos violentos de los sistemas culturales y económicos. Su trabajo multimedia se ha centrado recientemente en las dinámicas geopolíticas que han configurado la relación entre Estados Unidos y su país natal, México, así como en el efecto que estas fuerzas han tenido en la historia de su propia familia.
En su primera exposición individual institucional en Estados Unidos, Roberts incorpora cine, escultura e instalación en un atractivo tableau que transporta a los espectadores a un fantasmagórico simulacro de la franquicia de comida rápida Jack in the Box. Su nuevo filme animado, diseñado con software de videojuegos, presenta el interior del restaurante poblado por manifestaciones espectrales de la mascota de la marca en tres formas: oscuridad, caucho líquido y luz roja.
Extraída de los recuerdos de infancia del artista, cuando visitaba a su padre en un Jack in the Box en la frontera entre Estados Unidos y México —lugar que también servía como punto de reunión para trabajadores migrantes y familias separadas por las políticas migratorias—, la instalación de Roberts explora las inquietantes realidades que se encuentran en la intersección entre política, identidad corporativa y experiencia personal.
Drawing elements from the horror genre and video game aesthetics, Andrew Roberts examines the violent aspects of cultural and economic systems. His multimedia work has recently focused on the geopolitical dynamics that have shaped the relationship between the U.S. and his home country Mexico, as well as the effect these forces have had on his familial history.
In his first institutional solo show in the U.S., Roberts incorporates film, sculpture, and installation in a compelling tableau that transports viewers to a ghostly simulacrum of the fast-food franchise Jack in the Box. The artist’s new animated film, designed with video game software, presents the restaurant interior populated by spectral manifestations of the brand’s mascot in three forms: darkness, liquid rubber, and red light.
Pulled from the artist’s childhood memories of visiting his father at a Jack in the Box on the U.S.–Mexico border, which also served as a gathering point for migrant workers and families separated by immigration policies, Roberts’ installation examines the haunting realities at the intersection of policy, corporate identity, and personal experience.