En Las Sombras, Nuestros Fantasmas Acechan se expuso por primera vez en Laguna, en Ciudad de México, un espacio de colaboración para la producción creativa in situ que reúne a destacados empresarios del diseño, la arquitectura, el urbanismo, la gastronomía y el arte. La exposición ha sido reconfigurada para Contemporary at Blue Star por la curadora independiente Fabiola Iza con el apoyo del personal de exposiciones de Contemporary.
"Por definición, un fantasma es una entidad inmaterial. Aunque no tiene cuerpo, su aparición afecta al presente, modelando sus expectativas". En 1785, el filósofo y jurista británico Jeremy Bentham imaginó cómo el diseño del espacio podía ayudar a materializar un sistema ideológico arraigado en el respeto de las jerarquías y el mantenimiento del orden dentro de una comunidad determinada. Esta visión dio lugar al panóptico -del griego pan (todo) y optis (vista)-, un modelo arquitectónico basado en el ejercicio de la visión total. Concebido inicialmente para las fábricas, el panóptico se adoptó sobre todo en las prisiones, donde siguió siendo popular hasta principios del siglo XX. Gracias a una torre central que ofrecía un punto de vista estratégico, todos los individuos encarcelados vivían bajo la ominosa sensación de estar incesantemente vigilados.
Como diseño escópico, el panóptico transformó el modo en que el Otro social vigila y marca el cuerpo individual, cumpliendo el objetivo de Bentham de inculcar una sensación de observación intrusiva en quienes están bajo su mirada. Casi dos siglos y medio después, la evolución de ese ojo omnisciente proyecta una larga sombra sobre las obras reunidas en esta exposición.
Surgida de un estado paranoico, la angustiosa visualidad de estas obras se revela de distintas maneras. Como filtrada a través de un nervio óptico dañado, la visión se vuelve cansada y débil. Los contornos se difuminan. La materialidad se vuelve abstracta y difusa. La ciudad, la mirada y la vigilancia convergen en los ángulos distorsionados de su paisaje, en el contraste saturado de lugares anodinos en los que es difícil saber si siguen habitados o han sido abandonados recientemente. La desorientación es espacial y temporal.
La memoria se vuelve frágil. Se manipula como un hilo que se desliza entre los dedos de una mano que trata de darle forma para que cobre sentido, sólo para que la forma cambie fugazmente. En la penumbra, la nitidez se disuelve. Los objetos emergen como de un sueño, sus representaciones se construyen a partir de impresiones vagamente atrapadas en recuerdos que pueden ser a su vez fabricados. Entre colores tenues y trazos erosionados, el futuro desaparece lenta y lánguidamente, a medida que se desvanece la capacidad de imaginar un mundo distinto del que habitamos. El agotamiento aplana las formas.
Algunos remontan las raíces de nuestra sociedad de vigilancia contemporánea al panóptico, donde la sensación de ser acechado se ha agudizado y generalizado con la revolución digital. Hoy en día, ¿acaso una vigilancia tan implacable socava la acción política? Cuando ningún rincón escapa a esa mirada intimidatoria, ¿cómo puede practicarse la clandestinidad? En el espacio expositivo surgen gestos sutiles que buscan activar los lenguajes políticos codificados que evocan expresiones antiguas pero que se manifiestan como haces de luz fantasmales. Para evitar que el pasado quede a la deriva entre la historia y el olvido, nacen nuevos lenguajes del azar -surgidos de causas complejas y no lineales que desafían la predicción- impulsados por el deseo de reunir fragmentos del pasado en narraciones parciales y parpadeantes...
En contraste con el panóptico y su ansia de visión total, la exposición se desarrolla dentro de un espacio atrincherado -desordenado, irracional, improvisado-, una fortificación hecha con maquinaria en ruinas y los restos de la antigua fábrica que la alberga. Como formas instrumentalizadas de la arquitectura, las barricadas se convierten en armas; bloquean la visión en lugar de imponerla. Crean un punto ciego, un espacio fuera de nuestro alcance. Intento de interrumpir el tiempo y el espacio, este paréntesis suspende el presente. El ritmo acelerado del exterior se ralentiza. Dentro de este bucle, los recuerdos evocados vagan como espectros, flotando, acechando, persistiendo, esperando".
-Fabiola Iza
In the Shadows, Our Ghosts Lurk (En Las Sombras, Nuestros Fantasmas Acechan) was first exhibited at Laguna in Mexico City, Mexico, a collaborative space for on-site creative production that brings together leading entrepreneurs in design, architecture, urban planning, gastronomy and art. The exhibition is reconfigured for the Contemporary at Blue Star by independent curator Fabiola Iza with support from Contemporary’s exhibitions staff.
“By definition, a ghost is an immaterial entity. Though it has no body, its apparition affects the present, shaping its expectations. In 1785, British philosopher and jurist Jeremy Bentham imagined how the design of space could help materialize an ideological system rooted in the respect of hierarchies and the maintenance of order within a given community. This vision gave rise to the panopticon—from the Greek pan (everything) and optis (view)—an architectural model founded on the exercise of total vision. Initially conceived for factories, the panopticon was primarily adopted in prisons, where it remained popular until the early 20th century. Thanks to a central tower offering a strategic vantage point, all imprisoned individuals lived under the ominous sensation of being incessantly watched.
As a scopic design, the panopticon transformed how the social Other surveils and marks the individual body, fulfilling Bentham’s goal of instilling a sense of intrusive observation in those under its gaze. Nearly two and a half centuries later, the evolution of that omniscient eye casts a long shadow over the works assembled in this exhibition.
Emerging from a paranoid state, the anxious visuality of these works reveals itself in distinct ways. As if filtered through a damaged optic nerve, vision becomes tired and feeble. Contours blur. Materiality turns abstract and diffuse. The city, the gaze, and surveillance converge in the distorted angles of its landscape, in the saturated contrast of anodyne sites where it’s hard to tell if they remain inhabited or were recently abandoned. Disorientation is both spatial and temporal.
Memory becomes fragile. It is manipulated like a thread slipping through the fingers of a hand seeking to shape it into meaning—only for the form to change fleetingly. In the penumbra, sharpness dissolves. Objects emerge as if from a dream, their representations built from impressions loosely caught in memories that may themselves be fabricated. Among faint colors and eroded strokes, the future disappears slowly, languidly—as the ability to imagine a world different from the one we inhabit fades from view. Exhaustion flattens form.
Some trace the roots of our contemporary surveillance society back to the panopticon, where the sensation of being stalked has grown more acute and pervasive through the digital revolution. Today, does such unrelenting monitoring undermine political action? When no corner escapes that intimidating gaze, how can clandestinity be practiced? In the exhibition space, subtle gestures emerge, seeking to activate the political—coded languages that evoke ancient expressions but manifest as ghostly beams of light. To stop the past from drifting between history and oblivion, new languages are born from chance—arising from complex, nonlinear causes that defy prediction—driven by the desire to gather fragments of the past into partial, flickering narratives…
In contrast to the panopticon and its hunger for total vision, the exhibition unfolds within a barricaded space—messy, irrational, improvised—a fortification made from dilapidated machinery and the remnants of the old factory that houses it. As instrumentalized forms of architecture, barricades become weapons; they block vision instead of enforcing it. They create a blind spot, a space out of reach. An attempt to interrupt time and space, this parenthesis suspends the present. The accelerated rhythm of the outside slows. Within this loop, the memories conjured drift like specters—floating, haunting, lingering, waiting.”
-Fabiola Iza